
Foto de Kiran Foster
La AUTOESTIMA es una fuerza interior que te motiva. ¿Para qué la necesitamos? Para estar automotivado, confiar en nuestras propias posibilidades y resolver situaciones difíciles y no sentirnos culpables cuando los demás no nos apoyan. ¿Con qué tiene que ver la autoestima? Con lo que sentimos para y por nosotros mismos.
Solemos recibir de otras personas como nuestros padres, amigos, compañeros del colegio, del trabajo, … opiniones. Pero la opinión más importante para cada uno de nosotros es la nuestra propia. Y con esa propia opinión hacemos todo lo que hacemos: decidir ¿Qué jugar?, ¿Qué aprender?, y cuando somos más mayores decidir ¿Qué seguiré estudiando? ¿De qué trabajaré? ¿Seguiré teniendo estos amigos?
Las personas que tienen la estima alta son más felices, no les preocupa cometer errores, porque en cuanto los comenten se adaptan a lo que han aprendido de ese error, logran superar contratiempos y consiguen buenas relaciones sociales. Es por esto que siempre leemos que fortalecer nuestra autoestima nos ayudará a transformar muchos de nuestros aspectos de la vida.
¿Qué pasa cuando hablamos de los niños? Ellos ante todo tienen la necesidad de saber que sí son capaces de hacer cosas. Si tenéis dudas de esto oír atentamente a un niño con su famoso “yo solito”. Pero además, necesitan saber que las hacen bien y en esto entramos en juego los adultos, primero en permitirles dejarles hacer y ante todo haciéndoles ver “todo eso que ya sí son capaces de hacer”. De ahí nos sale ese: “¡Qué mayor!” que tanto les gusta que les digamos.
¿Qué podemos decirles los adultos a esos niños para que fortalezcan su autoestima? Desde luego, como en todo lo demás, nuestros hijos no aprenden de lo que decimos sino de los que ven que hacemos. Es decir, que para que ellos desarrollen la autoestima, primeros somos los adultos los que debemos trabajarnos y desarrollarla en nosotros mismos. Y luego lo haremos con nuestros hijos. En este punto es importante que seamos muy observadores de cómo son realmente nuestros hijos y le aceptemos tal cual son, con todas las cualidades pero también con todos sus defectos. En ocasiones me encuentro matrimonios que crean tantas expectativas y para poderlas cumplir, crean tantas exigencias en sus hijos, que plantean un hijo perfecto. Aquí es donde encuentro conflictos, los padres tiran para un lado (el hijo perfecto) el niño tira para otro lado (el hijo que realmente es).
Os comparto ideas de las que pongo en práctica durante los procesos de coaching con las familias con las que vamos trabajado. Es muy curioso cuando estoy en el salón de una casa con un papá, una mamá y sus hijos, incluso a veces hemos incorporado a los abuelos que cuidan de sus nietos.
“Viva la independencia”:
Trabajamos toda la familia. Cogemos cada uno una hoja de papel y escribimos nuestro nombre, debajo escribimos todas las cosas que somos capaces de hacer solos en casa. En realidad yo les voy indicando en voz alta, ¿La cama? ¿Recoger los juguetes? ¿La ropa? ¿La compra? etc., los que son pequeños les ayudo a escribir. Lo hacemos en secreto, nadie sabe lo que está escribiendo el otro. Luego lo ponemos en común, generalmente se escriben más cosas de las que sí sabemos hacer solos que de las que hacemos cotidianamente. Por lo que aprovechando toda esa información hacemos en una cartulina reparto de tareas con días y horas o alguna observación. A partir de entonces ya nadie tiene que decir: “¡qué debo hacer porque ya lo sé!” Si logramos que los niños se sientan exitosos por lo que son capaces de hacer y que nadie les tienen que recordar, estamos fortaleciendo su AUTOESTIMA.
“La Rueda de Elogios”:
Estamos en corro y vamos colocándonos, por turnos, uno a uno en el centro de ese corro. Una vez que eres “el centro” el resto de la familia te dice un elogio. La persona que está en el medio, que en ese momento es el protagonista va recibiendo los elogios de cada uno. Se dicen entre ellos muchas cosas de las que no se esperan y esto también hace que fortalezcamos la AUTOESTIMA. Además de lloros y arrumacos que saltan a flor de piel de tanta emoción.
“Ahora soy tu espejo”: Jugamos a hacer mímicas enfrentados unos a otros y yo me suelo quedar en el medio con los brazos abiertos como si fuera un espejo. Cambiamos los roles, los niños son los papás y los padres sus hijos. Les pido que actúen como si estuviera ocurriendo ahora situaciones que desean cambiar. Primero los padres hacen como los hijos cuando no quieren recoger, o irse a la cama o hacer los deberes y los hijos hacen de padres poniéndoles en orden. Os puedo asegurar que los niños no olvidan las cosas negativas que les decimos, y en esta dinámica suelen salir a la luz. Cuando los padres son conscientes de que herimos a los hijos con comentarios negativos muchas cosas cambian, porque al cambiar el vocabulario y la confianza de padres a hijos, la actitud de los hijos también cambia. Esto fortalece la AUTOESTIMA.